Allá, entre el frío y el humo, se esconde mi excusa. Se prende fuego, se consume, nos enfrenta al fin. Yo alucino, aún sin haberlo tocado. Huimos y, sentados en el cemento, nos devoramos con preguntas.
No hay cielo nocturno, ni sombras, ni intrusos. Tiemblo. Me paralizo. En mi mente te abrazo. Me acuerdo, me persigo. . . me divido en dos.
Yo, que en la vida conocí la incertidumbre, vine a caer en este invierno. Y vos, que jamás miraste al pasado, quisiste quemar las distancias con esta plantita.
Me doy cuenta que mi corazón es un tirano que, aunque yo lo niegue, nunca le dio una opinión al destino.
Confieso: es a conciencia que me instalo en este frío, mil veces mejor que aquél silencio sin piedad.
Me vestí de sonrisas en tu ausencia, me disfracé de superación y construí poco a poco mi personaje frívolo y vacío. Nunca lo comprendiste y por eso jamás lo perdonaste. No fue tu culpa, ni fue la mía, solo que hubiera sido mejor que hubiese llegado antes mi epifanía. Porque entre secretos y fantasmas, no hay lugar para una vida.
Hubo frío, hubo niebla y solo los autos nos observan abandonar la realidad desde el autopista.
Caminemos, por favor, caminemos mientras yo me callo. No me digas la verdad, porque en cada paso que nos acerca se esconde todo el dolor de lo humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario