Hablame, te pedí. Pero no pudiste con tu propia negación. Y no finjas entenderme porque no sabes lo que es. Tal vez yo sea muchas cosas, pero nunca te mentí. Y no digo que lo hayas hecho, porque no lo sé, no sé nada, ni de vos ni sobre quién sos. Pero aún así no te dejo ir, ¿por qué? Simple, te amo hasta el último de mis alientos y así va a ser para toda la vida, aunque vos no sepas como respirar y menos como amar. Y en la desesperación de verte desaparecer, me ignoré a mi y a todo en lo que creía. "Si no estas bien, no podes estar bien para nadie" y ¿qué pasa cuando ni siquiera sabes si estas bien? ¿O cuando no queres estar bien? Porque parece que te gusta. . . perder, sentir que no tenes nada y que no sos digno de un beso. ¿O acaso es que te crees tan superior e intocable como para creer que no puedo con vos? Subestimar, que palabra idiota e hiriente. Incluso más que vos y tu ignorancia.
Hablame, te pedí. Pero yo no pude con vos. Con las ganas de salir corriendo, o de quedarme ahí y decirte que me muero por vos. Y siempre me gana la ira, el dolor y esa puta costumbre de seguir esperando. Y todavía me rompo en mil pedazos y soy tu voluntad en cuanto sonreís. Por eso finjo que no sé nada, que no importa y que estoy bien, porque no puedo contrariarte si te miro a los ojos. Y me conoces demasiado bien, sabes lo que pretendo, siempre va a ser así.
Hablame, te pedí. Pero ninguno de los dos pudo con la realidad. Yo no te tengo y vos simplemente no estás. E incluso ahora, que ya no tengo certezas sobre nada, vos no sabes pararte frente a mí y decirme la verdad. Todavía desespera tu silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario