domingo, 8 de mayo de 2011

Frío y ausencia, después del dolor, no queda nada

Los clientes hablando, los diarios sobre el mostrador, la gente paseando bajo el toldo, el exquisito aroma a café, las pinturas sobre la pared de ladrillos, el espejo junto a la mesa donde siempre me sentaba. Su ausencia se siente en cada esquina, sus recuerdos se encuentran en cada taza, sus pasos siguen grabados en el piso. La gente me saluda, pregunta por mamá, por Luciano, algún insensible que me recuerda que ya no está cuando remarca lo parecida que soy, todos los empleados me conocen desde antes de nacer.  Sentarse en este bar es terriblemente doloroso. 

Yo que algún día vas a volver . . .

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